EL POZO DE LOS HUMOS: LA JOYA DE LAS ARRIBES.

El paisaje de Pereña está conformado por el fluir de las aguas de los distintos ríos, arroyos y «regatos», en su búsqueda del río Duero. Este constante fluir de agua, erosiona los materiales geológicos de la zona, principalmente granitos, granitoides, gneises y cuarcitas, creando todo un espectáculo de cascadas, torrentes y espectaculares formas geomorfológicas. Estos materiales son los utilizados habitualmente para la construcción, tanto en las casas del casco como en los típicos «chozos» de los pastores, pequeños refugios utilizados para protegerse de las inclemencias del tiempo, conservándose muchos de ellos en muy buen estado.

Como ya creo haber mencionado, lo más sorprendente de nuestro municipio, como de los demás, es la gran cantidad de detalles que se le muestran al viajero. Junto a los singulares paisajes, realmente magníficos, podemos encontrar, con poco que nos fijemos, toda una serie de detalles que harán de nuestra estancia aquí algo más que un puro viaje paisajístico, nos podrán dar una mayor idea de todos los fenómenos geográficos que han acontecido, y acontecen, en este singular enclave. A lo largo de las diferentes rutas iré mostrando alguno de los diversos detalles comentados, esperando que el viajero avezado encuentre muchos más.

EL POZO DE LOS HUMOS: LA JOYA DE LAS ARRIBES.

Pozo de los Humos

Desde el frontón de pelota, sale un camino de zahorra, llamado de Los Cuernos, que nos llevará hasta el mismo Pozo. Pero, anteriormente, habremos de vislumbrar el Picón del Cueto, magnífico relieve residual, y cota más alta de Pereña con 736 m.s.n.m., con una importante cantidad de bolos graníticos, y conquistado por las especies vegetales más características de la zona: la encina y el roble. Este podría considerarse como un primer detalle ¿robles en una zona cuasi de llanura? Pues sí. Las Arribes, o mejor dicho, su especial configuración geomorfológica, permiten que se desarrolle un clima particular, ya que las corrientes de aire atlántico, cargadas de humedad, encuentran este pasillo natural por el que «ascienden» llegando hasta este punto (Las Arribes en general). Gracias a esta llegada de aire cargado de humedad atlántica, nuestra zona presenta mayores precipitaciones que las que cabría esperar por su localización latitudinal y/o longitudinal. Esta es la razón de la existencia de robledales a lo largo y ancho de la comarca. Este mismo motivo, la llegada de aire atlántico, provoca una ausencia casi total de días de heladas en las zonas más bajas, es decir junto al cauce del Duero principalmente, lo que ha permitido que, desde siempre, se puedan cultivar especies típicamente mediterráneas, caso de naranjos, limoneros, chumberas, jaras, etc.

Pero, sigamos con nuestro recorrido. Al pie del Picón del Cueto, encontramos una bifurcación del camino: el de la izquierda, que realmente sigue de frente, nos conducirá al Pozo de los Humos, y al cual volveremos más adelante; mientras, que el ramal de la derecha nos llevará, bordeando el Picón, hasta La Cotorra. Esta es una finca privada y, por lo tanto, la encontraremos vallada pero, si dejamos el coche en la puerta, podemos pasar andando hasta la casa donde habita su dueño, Miguel el pastor, el cual no pondrá ningún impedimento, siempre y cuando no molestemos al ganado, en que demos una vuelta por los alrededores, desde donde llegaremos a ver la unión del río Uces con el Duero, a la vez que empezaremos a vislumbrar la majestuosidad de los cantiles ribereños, con la ladera portuguesa jalonada de olivares que, ¡manda huevos! (que decía el amigo Trillo) cultivar en estos cantiles.

Desde aquí podemos, o volver al coche, para seguir hasta el Pozo, o bien, desde donde hemos dejado el auto, y bordeando la Cotorra, acercarnos andando hasta allí. Si decidimos seguir en coche, encontraremos, antes de llegar a la explanada de aparcamiento, el mencionado chiringuito de Jesús (aunque parece ser que harto de que no parara nadie, excepto la propia gente del pueblo, lo ha cerrado: una verdadera pena).

Una vez aparcado el coche, y para una visión general del Pozo, debemos dirigirnos hacia la torreta eléctrica que se halla plantada al borde del acantilado. Pero, mientras llegamos hasta la torreta, miremos hacia el suelo. Allí podemos ver multitud de micropaisajes que nos hablan de la formación geológica de este sector, así como las formas de erosión que adoptan los granitoides ante los envites del tiempo: microfallas, diaclasado, diques de cuarzo, plegamientos, mantos de descamación, pedreras incipientes, llamadas al vacío, estratificaciones diversas, etc., (este es un buen sitio, y un buen momento, para aprender un poco de geología y/o geomorfología).

También desde la parte alta se puede apreciar el salto de Las Escarmentadas, pequeña cascada de unos ¡120 metros de caída!, si bien el escaso agua que suele llevar no provoca una excesiva atención. La cascada ha sido formada por el regato de Las Fontanicas, proveniente de Masueco, al aprovechar las líneas de debilidad de esta zona fuertemente plegada por las distintas orogenias acaecidas en la península (o protopenínsula Ibérica), y cuyos estratos llegan a alcanzar la verticalidad. El máximo ejemplo de este buzamiento (inclinación de los estratos respecto a la horizontal), cercano a los 90º, lo encontramos justo en la ladera de enfrente, apreciándose la erosión diferencial que experimentan los materiales según su constitución litológica. En todo caso, conviene no perder de vista la enorme complejidad de los esfuerzos tectónicos acaecidos en los últimos millones de años: los estratos se entrecruzan en multitud de planos y buzamientos diferentes lo que le confiere una mayor majestuosidad a la zona.

De este último aspecto, de la complejidad geomorfológica, nos pueden dar cuenta los pequeños detalles, nombrados por enésima vez, que encontramos con sólo mirar a nuestro alrededor. Así, encontramos multitud de formas de las denominadas llamadas al vacío, fruto de la propia pendiente del terreno y de la fuerza de la gravedad; diaclasado de distintos tamaños (es decir, fracturas de las rocas pero sin desplazamiento de los bloques formados); lanchares, formaciones de «planchas» de roca originadas por la evacuación de los materiales al infiltrarse el agua aprovechando la red de diaclasas; pedreraspilancones y marmitas de gigantes fruto, también, del aprovechamiento de zonas de mayor debilidad estructural; diques, generalmente de cuarzo, fácilmente visibles por la blancura del material y uno de cuyos ejemplos podemos visionar en alguna de las fotos aquí presentadas; microfallas y pliegues que, aprovechando lo bien que se muestran los diques de cuarzo son muy bien identificables, etc. Veamos algún ejemplo de ello con la presentación de un lanchar y de un dique de cuarzo que fue plegado después de su formación. Como curiosidad anexa, mencionar que la pradera junto al lanchar está dominada por la especie Ornithogalum sp., que en primavera toman las praderas de estas latitudes, mostrando unas imágenes altamente visuales. En el caso del dique de cuarzo, señalar para su localización, que aparece por el lado izquierdo de la foto más o menos a la mitad, es fallado siguiendo el eje vertical y vuelve a aparecer en el lado inferior derecho, con una ligera curvatura (repito que, para ver ampliadas las fotos, únicamente hace falta picar sobre alguna de las que componen los pares).

Una vez que hemos paseado, y disfrutado, por las partes superiores del Pozo es el momento de bajar hasta el mismo río pues, sin lugar a dudas, es el sitio donde realmente se puede apreciar toda la fuerza y el encanto que tiene este paraje. Para llegar hasta abajo hay que seguir un estrecho, y empinado, caminillo que va descendiendo hasta la misma orilla fluvial. Conviene no perder de vista en ningún momento la visión del entorno, ya que ira variando en todos los sentidos: abandonaremos las praderas para, tras descender a través del reino de las laderas, terminar en una zona eminentemente ribereña. Lo de eminentemente es un decir, pues los valles de Las Arribes no tiene nada que ver con el resto de valles fluviales, que podemos encontrar a su misma latitud. Como ya he mencionado más arriba, las condiciones climáticas, impuestas por la geomorfología, establecen unos especiales microclimas que permiten la instalación de especies vegetales que tendrían que ser inusuales por estos lares.   

Un ejemplo de ello lo tenemos en las riberas del Pozo de los Humos. En ellas, se encuentra arraigado un bosquete de almeces, Celtis australis, cuya principal característica, aparte de la situación longitudinal en la que se hallan (y no es poco), es que conforman eso mismo: un bosquete. Según algunos autores, estamos ante una formación vegetal que sólo se encuentra como tal bosquete en Las Arribes (el otro enclave como formación boscosa está localizado en Vilvestre). No esperéis un bosque, que no lo es, sino un conjunto de almeces, acompañados de otras especies, cuya densidad, en el escaso terreno que pueden colonizar junto a estos grandes desniveles, es relativamente elevado. Aún así, es de agradecer el frescor y humedad que proporcionan al ambiente en los días cálidos.   

Una de las cosas que ha permitido su mantenimiento hasta la época actual ha sido su aislamiento. La inaccesibilidad a este paraje ha permitido su conservación, así que procuremos dejarlo tal como está. Mirémoslos, toquémoslos, observemos la penumbra que domina dentro del bosquete, ¡pero no jodamos!.

Importante, si bajamos en época de crecida habremos de prepararnos bien. El sobrenombre de los Humos viene de algo, precisamente de esos momentos donde las salpicaduras del agua llegan a asomar en las partes superiores. Será pues conveniente llevar ropa impermeable y unas buenas botas antideslizantes. El uso de las botas es recomendable siempre, por no decir obligatorio, pues las rocas que vamos a encontrar abajo, incluso en época de sequía, son altamente resbaladizas debido, por una parte a la propia erosión hídrica, que las ha pulido, y por otra a los líquenes que se instalan sobre ellas.
    Una vez abajo, podemos acercarnos hasta los laterales de la cascada, sea por uno u otro lado, pero desde luego la ribera izquierda, según miramos de frente la cascada, es la más espectacular, a lo que hay que sumar otro «detalle» que descubriremos al acercarnos a la pared del fondo: la cascada de los Humos es una cascada doble. Efectivamente, junto a la cascada principal (por lo visible, que no por la altura) se encuentra el Pozo de las Vacas, otra cascada que únicamente es visible completamente desde la parte inferior. Dicha cascada es poco conocida por la gente ajena a la zona, pese a su situación. Sus paredes parecen haber sido cortadas a cuchillo. A ello, hay que sumarle que nunca le da la luz solar directa, lo que le confiere un halo de extraterritorialidad. Con sólo sentarte en la orilla de su vaso desaparecen todos los sonidos extraños (motivado por las grandes rocas que le sirven de cierre), la penumbra te invade por todos los lados, salvo por el superior del cielo, y puedes empezar a vislumbrar lo que tuvo que ser nuestro planeta cuando todavía quedaban sitios vírgenes (alguien me ha contado la sensación experimentada, hasta hace poco tiempo, ante los volcanes mexicanos y como sentía más o menos lo mismo: encontrarse en una zona aislada donde puedes disfrutar del silencio y de tu propio pensamiento, sin interferencias exteriores. Por lo visto, debido a la urbanización, ha ido desapareciendo esa forma de percibir parajes únicos).

Esto realmente es el principio de lo que podemos observar si nos fijamos un poco. Cualquier viajero, o paseante interesado, será sin duda capaz de encontrar muchos de esos detalles y paisajes que hacen de este lugar, como todo Pereña, un sitio único en toda la geografía ibérica.

Como foto final, me he decidido por una que nos muestra tres de los aspectos tratados: el propio Pozo de los Humos; el Pozo de las Vacas; y el almezar, situado a la izquierda de ambos.